Cuando baja la marea
Respiraciones que se mueven al compás de la marea.
Miradas lejanas, casi perdidas, acostumbradas a horizontes infinitos.
Manos fuertes marcadas por las huellas de las sogas.
Amaneceres tatuados en la piel
Silencios respetuosos para homenajear a la naturaleza; en comunión con ella, donde el hombre se mezcla entre el agua y el cielo. Simpleza absoluta. Riqueza de un mar que les da y les enseña todo entregándoles la vida de sus entrañas en cada ola que besa la orilla.
El que pesca sabe esperar. El que vive en el mar sabe agradecer el reparo del viento, el plato humeante de comida caliente. Las manos tibias. La charla en familia, la luz de sus faros.
Ser pescador es respirar agua salada, es poder dialogar con el océano y saber que cuando este se retira y baja la marea le está ofreciendo lo mejor de sí para que la vida continúe.














